viernes, 10 de octubre de 2014

Dicotomías, Cerro Santa Lucia y Oaxaca de Juárez.

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(Tiempo aproximado de lectura: 8 minutos)


Leo, con asombro, que la alcaldesa de la cuidad de Santiago de Chile, Sra. Carolina Tohá, está proponiendo una consulta popular en que dentro de las preguntas esté la opinión de los vecinos de la comuna de Santiago al eventual cambio del nombre del Cerro Santa Lucia por el nombre de Cerro Welén. A mis amigos extranjeros le cuento que Santa Lucia es un cerro pequeño que queda en el centro de la ciudad y que es un punto turístico relevante dada su belleza, sus jardines y su arquitectura. En palabras textuales de la alcaldesa "Esta ciudad tiene una historia previa a la Colonia, que es cuando se le puso Santa Lucía al cerro. Esta discusión se ha hecho para que el municipio visibilice su identidad indígena, para que se haga cargo de su historia indígena, que viene mucho antes de la colonia".

Estrictamente hablando la cuidad de Santiago no tiene una historia previa a la Colonia, porque previa a la Colonia, no era ciudad. Pero bueno, eso, como muchos de ustedes podrán estar pensando, es discutible. Si continúan leyendo, quiero invitarlos a otro destino.

El punto que quiero abordar con estas líneas es la "dicotomía" con que se tocan y toman muchos de los temas del quehacer político y social en mi querido Chile. Para hablar el mismo "idioma", entiendo por dicotomía un fenómeno que implica la separación en dos partes de una cosa. El término incluye implícitamente la propiedad de exclusión mutua entre las partes separadas por el fenómeno dicotómico. En fácil: un evento dicotómico es aquel que sólo tiene dos opciones, como por ejemplo, ganar o perder, cero (0) o uno (1), sí o no, todo o nada.

La tierra en que ha surgido y evolucionado esta sociedad que es Chile es de extremos. El extremo desierto del norte y los extremos hielos del sur. Lugares donde no llueve nunca y otros donde llueve más de 300 días al año. Santiago, por ejemplo, es una ciudad en que todo lo que es verde (césped, flores, plantas y árboles) está ahí porque alguien lo riega.  No tenemos petróleo ni gas natural en nuestro subsuelo. Todo cuesta en nuestro país. Sin duda que tenemos una maravillosa y diversa naturaleza, sin embargo, el provecho que sacamos de ella es con esfuerzo, con mucho esfuerzo. Y cómo nos vivimos esos extremos, de pronto eso nos ha forjado el carácter de llevar nuestros temas al extremo.

Entonces, llevamos al extremo la Economía Libre de Mercado (con todo los aspectos positivos y negativos que ello ha tenido y sigue teniendo), después de haber sido el primer país en el mundo en comenzar a caminar hacia una Revolución Socialista bajo un presidente elegido democráticamente (con todos los aspectos positivos y negativos que ello tuvo en nuestra historia). Hoy, como sociedad, estamos discutiendo el tema del "lucro" en la Reforma Educacional y ampliando la discusión a otros ámbitos como la Salud. Y no hay medias tintas en la discusión, ya que tendemos a "demonizar" ciertos conceptos y lo que en un momento histórico fue bueno, fue motor de iniciativa, creatividad y progreso, hoy lo catalogamos como nefasto para los intereses sociales y buscamos eliminarlo por completo. En eso estamos entre el blanco y el negro, sin tonos de grises entremedio.

Lo peligroso de este péndulo entre un extremo y otro, a mi juicio, es que abrazamos causas que pueden ser muy legítimas en un momento de nuestra convivir como sociedad, pero con miradas que no validan la historia de una manera "empática". No terminamos de ver desde dónde ha surgido lo que surgió y el beneficio que pudo haber acarreado, independiente de que ello hoy no esté funcionando todo lo bien que se quisiera y pueda mejorarse y perfeccionarse. Somos drásticos en juzgar la historia, sea del gobierno anterior, de hace 40 años, de hace un siglo o de quinientos y tantos años atrás. 

Juzgar la historia parados en el "hoy" no puede ser un proceso que legitime y que respete lo vivido en el momento que se vivió. De hecho, la única manera de juzgar esa historia es con la mirada de los observadores que hoy estamos siendo, observadores que tenemos los antecedentes que hoy tenemos. Que sabemos lo que hoy sabemos (no lo que se sabía en ese entonces) basado en lo que hoy vivimos y en el cómo hoy lo vivimos (no lo que se vivió en ese momento juzgado, ni el cómo se vivió). Se enjuicia, entonces, de una manera poco benevolente, poco "empática" para con las circunstancias, conocimientos, "haceres" y "emocionares" que se vivieron en el momento histórico juzgado.

Hago hincapié que estoy cuestionando el juzgar la historia, no el comprenderla, que es distinto. Ya que al juzgarla, lo hacemos desde un emocionar que nos invita a tomar partido por el cómo se dio esa historia, a estar a favor o en contra del cómo y el porqué ocurrió lo que ocurrió, y desde allí, hacer algo para modificar eso que ocurrió hace años, incluso siglos atrás. Es de alguna manera, hacernos cargo de lo vivido tiempo atrás y querer modificarlo hoy.

Vuelvo a las palabras textuales de la alcaldesa de nuestra ciudad: "Esta ciudad tiene una historia previa a la Colonia, que es cuando se le puso Santa Lucía al cerro. Esta discusión se ha hecho para que el municipio visibilice su identidad indígena, para que se haga cargo de su historia indígena, que viene mucho antes de la colonia".

Interesante observar la emoción que puede leerse detrás de las palabras de la alcaldesa. En mi mirada, leo que existe una sensación de injusticia, de inequidad, que debería ser superada, arreglada, reparada después de tanto siglos. Existe una historia indígena que debe ser legitimada, para lo cual hay que hacerse cargo de tal historia hoy.

No puedo estar más de acuerdo con ello, siempre y cuando un pedazo de la historia no borre, dicotómicamente, al otro pedazo de la misma historia. En lo que no estoy en absoluto de acuerdo, es que este eventual cambio de nombre, se haga negando la otra parte de la historia. Las alternativas que se ponen a disposición a la ciudadanía entre las cuales escoger son las siguientes, acorde a lo que se muestra hoy en la web de la municipalidad.

Respecto al nombre del cerro conocido como Santa Lucía, su opción es:

a) Que cambie su nombre a Cerro Welén.
b) Que se llame Cerro Santa Lucía.  

O sea, nuestra ya conocida política del péndulo dicotómico. El todo o nada. El 1 o el 0. El Blanco o el Negro.

Cada vez que tengo la posibilidad de viajar fuera de Chile, me doy cuenta que es una nueva oportunidad de conocer más mi propio país, por raro que suene. Estando allá lejos, no importa dónde, irremediablemente comparo, reflexiono y descubro lo que es y lo que no es mi Chile. Estuve en México hace unas semanas atrás y me llamó gratamente la atención de cómo conviven las raíces indígenas de las culturas precolombinas con la cultura española que llegó para quedarse e integrarse. Es interesante visitar en un mismo día en las afueras de Ciudad de México, las Pirámides del Sol y de la Luna en Teotihuacan y el convento de San Agustín de Acolman, y volviendo a la ciudad, la Basílica de Guadalupe y el Museo Nacional de Antropología (que muestra todas las culturas pre-hispánicas por regiones del país). Llamativo ver que todos estos sitios están llenos de visitantes, mexicanos y extranjeros, donde se validan y respetan indistintamente ambas culturas, que en definitiva, constituyen el ser mexicano.

En esa misma línea, me llamó muchísimo la atención la cantidad de nombres compuestos de ciudades, municipios y estados en que conviven culturas y/o "nacionalidades". Doy algunos ejemplo, imaginándome que deben haber muchos más:
  • Oaxaca de Juárez - Nombre original indígena (Oaxaca) que se rebautiza en honor de uno de sus hijos ilustres del estado, Benito Juárez
  • San Miguel de Allende - Nombre de la ciudad que fundan los españoles (San Miguel) que se rebautiza en honor de uno de sus hijos ilustres de la ciudad que lucho por la independencia de España, Ignacio Allende.
  • Dolores Hidalgo - Nombre de la ciudad que fundan los españoles (Dolores) que se re-nombra en honor al Cura Hidalgo quien invita a los ciudadanos a levantarse contra la corona de España, en lo que se denomina el Grito de Dolores, en la fecha en que se conmemora el día Nacional de México.
  • Y entre otros: Coahuila de Zaragoza, Michoacán de Ocampo, Almoloya de Juárez, San Mateo Atenco, Tenango del Valle, Atizapán de Zaragoza, Tlalnepantla de Baz, Santa María Tonanitla.


Mi punto es que en todos estos nombres hay dos "fuerzas y raíces" que saben convivir, ya sea la cultura indígena precolombina con los colonizadores españoles, o nombres españoles que llegaron con la Conquista con personajes de la independencia mexicana (hijos ya de México). Lo relevante es que se CONVIVE. No se niegan unos a otros, no se descalifican unos a otros. Quizás, quienes durante la historia mexicana han ido cambiando de nombre a sus lugares geográficos, han tenido la visión que México está constituido por todas las historias, todas las culturas, todos los pueblos que hoy constituyen ese maravilloso país. No sobra historia, no la niegan, ni sienten culpa cuando se convive con lo que ya fue. En definitiva, no son decisiones dicotómicas del todo o nada. Son invitaciones al convivir, al comprender que lo que constituye a un pueblo, a una sociedad son episodios recursivos sobre los cuales se crece, se madura, se evoluciona, creando una propia identidad que es la sumatoria de todas las identidades.

Chile somos todos los chilenos. Los chilenos indígenas de norte y del sur, los chilenos españoles descendiente de quienes nos colonizaron, los chilenos alemanes del sur, los chilenos yugoslavos de Antofagasta y Punta Arenas, los chilenos italianos de Copiapó, los chilenos coreanos de Patronato. Los chilenos palestinos y judíos que conviven en esta tierra, no sabiendo convivir en sus tierras de origen. Los nuevos chilenos peruanos, colombianos y venezolanos que comenzarán a crear nuevas familias chilenas. Y la gran cantidad de chilenos que tienen sangre indígena y española a la vez.

Yo, un chileno más, voto por la alternativa c) Que se llame Cerro Welén - Santa Lucia.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Mapamundi, Mundial de Fútbol y Demanda en La Haya



(Tiempo aproximado de lectura:10 minutos)

Había escrito estas líneas terminado el Mundial de Fútbol de Brasil, pero algo me faltaba para publicarlo y justo se dio lo que me animó a hacerlo. Resulta que mis dos hijos menores, Tamara y Sebastián, fueron a compartir con la familia de mi hermano Jorge en Atlanta en sus vacaciones de invierno. Entre los distintos regalos y encargos que compraron, traían un mapamundi gigante de esos que se pegan en el muro. En la aduana del Aeropuerto Internacional de Santiago le preguntaron a Sebastián (16 años) qué era lo que traía en ese tubo. Él explico que era un Mapamundi. Si mucho más que decir, se lo requisaron para que fuese enviado a la Dirección Nacional de Límites y Fronteras. Obviamente, mi hijo no tuvo más acatar. Yo, al día siguiente, llamé y pregunté de qué se trataba todo esto. La explicación fue simple, partiendo por citar no sé qué ley o reglamento vigente, me explicaron que todo mapa que entre a nuestro país debe ser revisado por los especialistas pertinentes para verificar que las fronteras sean las correctas. ¡Chuta! Le pregunté qué pasaría con el mapamundi si la frontera no fuese "legítima". "No se preocupe, siempre lo son". Volví a insistir con la pregunta. No me respondió. Aún no sabemos de la suerte del mapamundi. Me quedé pensando en qué tipo de sociedad democrática vivo en que si quiero poner un mapa en que este Chile en mi casa particular, el mapa debe ser revisado previamente por un organismo del Estado. Entendiendo que es irme a un extremo, igual me acorde de George Orwell y 1984. 

Cada vez que los chilenos, tanto los jugadores como los miles de hinchas que estuvieron en el mundial, entonaron el himno nacional, obviamente me emocioné. En el caso del partido con España en el Maracaná, mi emoción fue tal que no pude (ni quise) contener mis lágrimas. Terminado el himno, reflexioné sobre lo que significaba "ser chileno" e irremediablemente me cuestioné esto del nacionalismo. ¿Por qué siento este orgullo de estar vibrando y cantando esta himno? ¿Qué significa para mí esto de haber nacido en esta tierra y no en la del lado o en la de más allá? Con el correr los días y de los partidos se me fueron asomando nuevas preguntas: ¿Cómo me marca el hecho de ser chileno? ¿Cómo me alienta, cómo me potencia y cómo me limita? ¿Qué es lo que me hace orgulloso de ser chileno? ¿Y qué no?  

Lo primero que se me viene a la cabeza es el azar. Uno no elige dónde nacer. Yo, sencillamente nací de madre y padre chileno en una clínica en Santiago y eso me hace ser chileno, incluso si mis padres no hubiesen sido chilenos. O sea, es simple "ser" de una nacionalidad. Está determinando por el lugar físico de este planeta dónde tu madre te dio a luz.  Si mi madre me hubiese dado a luz en Kenia, sería keniano; en Pakistán, paquistaní, y si me hubiera dado a luz en Uruguay, sería uruguayo. Con el pasar de los años, podría haber renunciado a mi "ser chileno", a mi nacionalidad y elegir otra a mi gusto. Pero al igual que la gran mayoría de nosotros, nos quedamos con nuestra nacionalidad que surge del lugar donde nacimos y que se "consolida" con la cultura en que crecemos. Entonces, esto de nacer en un determinado lugar no tiene merito.

Pensaba en cómo nos iría en el futbol si Neymar o Messi hubiesen nacido en Chile. Quizás no habría diferencia, porque no habrían crecido en un medio en que se desarrollaran como los buenos jugadores que son. Quizás sí y hubiesen sido compañeros de delantera de Alexis. Y si lo pienso un poco más, si Alexis hubiese nacido por ahí por 1870, hubiese sido boliviano, no chileno. Chuta.

Si, bien digo, Alexis hubiese sido boliviano. Los países y sus límites son arbitrariedades. No pre-existen. Son declaraciones "hechas límites" que se han formado mayoritariamente por el uso de la fuerza, en guerras, invasiones, conquista y reconquistas y que luego se "consolidan" desarrollando una cultura, que recursivamente está enfocada en proteger tales limites y los intereses propios de la sociedad y nación que se genera "dentro" de tales limites. Hoy el tema es más o menos estable. Sin embargo, no muchas décadas atrás, no lo era y en algunas partes del mundo, aún no lo es.

No existe otra instancia en todo el orbe que ensalce, gatille y haga explotar el sentido nacionalista, de pertenecer a tal o cual país como lo hacen los mundiales de fútbol cada 4 años. La única instancia que le hace la pelea es, desafortunadamente, la guerra. Y a pesar de no ir a una guerra, nosotros los chilenos entonamos el himno, como decía un periodista inglés, como si estuviésemos listos para ir a la guerra. Interesante. Lo que en la Roma antigua fue "Pan y Circo", en nuestra sociedad actual se transformó en "Cerveza y Fútbol", y no creo que sea muy discutible que nuestros políticos y la sociedad en general (en particular quienes usufructúan económicamente de ello) lo piensen y sientan realmente así, y más aún, lo alienten y promuevan. Es cosa de haber visto a la presidente de todos los chilenos, Michele Bachelet, con la "Roja" puesta en el partido con Australia. Estos mismos políticos, independiente de su color es el espectro, son quienes, desde que el país es país, nos han "vendido" el concepto de patria como lo que sus ciudadanos tienen que defender incluso con sus vidas.

Nuestro mundo está organizado de tal manera que la unidad social y política que nos identifica son los países, con límites propios, ejércitos para defender tales límites, con banderas, escudos e himnos que nos diferencian de otros. Somos "feudos" que nos preocupamos de nosotros mismos. Creamos cultura de "feudos", desarrollando una visión "hacia dentro", lo que nos impide ver en muchos casos espacios de colaboración con nuestros vecinos (sobre todos con los que compartimos fronteras), con nuestro continente, con nuestro mundo como un todo. Y desde allí, no nos queda más que competir, no hay cómo no desear ser mejor, más competitivo, más desarrollado que el país del lado, sea en el ámbito que sea. Y si nos va mal a nosotros, muchos desean que también le vaya mal al del lado. Esto no es casualidad, no han educado así por décadas, por siglos. Es la sociedad patriarcal que ensalza los valores y símbolos patrios y que tiene como mejores representantes sus fuerzas armadas y sus políticos, seguido en muchos casos por sus deportistas y sus entrenadores.

Simon Anholt, en su charla TED "¿Qué país da lo mejor para el mundo? describe que los países y sus gobiernos (bajo la mirada mencionada en el párrafo anterior) están compuestos por "Psicópatas Culturales", descrito como personas que no tienen la capacidad de ser empáticos con otros seres humanos. Cuando nos convertimos en "psicópatas culturales", no tenemos la capacidad de ver a otros seres humanos con sus vivencias, creencias, dolores, inquietudes, miedos, ambiciones y emociones. Sencillamente los metemos en un saco, generalizamos y nos burlamos de ellos, despreciando a los seres humanos que, por azar, tienen otra nacionalidad. Con esta mirada vuelvo a una de las preguntas que me hice al comienzo de estas letras, respecto a qué me hace sentir orgulloso de ser chileno y qué no. Yo no me siento orgulloso de ser chileno al escuchar a otros compatriotas burlarse abierta y descaradamente de nuestros vecinos, en particular de los bolivianos. No me siento orgulloso cuando humoristas de la talla de Coco Legrand en un escenario como el Festival de Viña del Mar se burla brutalmente del presidente de Bolivia, y por ende, del pueblo boliviano. Todos los humorista en mi país saben que sacaran carcajadas grais y seguras contando chistes del hecho histórico que los bolivianos no tengan acceso al mar. Patético.

Continúo con nuestros vecinos. Bolivia finalmente nos demandó en la Corte Internacional de La Haya, porque ellos tiene la convicción de que es su derecho recupera lo que un día fue de ellos. Nosotros los chilenos, tenemos la convicción de lo que ya ganamos es nuestro y nadie nos lo puede quitar. Y como desde La Haya puede surgir una posibilidad, quizás remota, de que efectivamente se le dé un grado de razón a nuestros vecinos, nuestro gobierno (con el apoyo casi unánime de los distintos sectores políticos) decide impugnar que la corte tiene competencia para ver este tema. Así, sin corte que nos juzgue, y con tratado limítrofe firmado hace décadas, no hay problema alguno, son sólo arrebatos de malos perdedores históricos. Chile se desentiende y listo. Leía que Marco Enríquez-Ominami piensa igual que yo. Al menos somos dos chilenos que pensamos lo mismo. Obviar y desconocer el problema con nuestros vecinos, no significa que el problema no exista.

No estoy buscando con esta líneas saber quién tiene razón y quién no. Creo que no es el tema. Lo que me ocupa es que somos dos países que hemos sido incapaces de buscar una salida colaborativa al tema que nos separa, gobierno tras gobierno, democráticos o dictatoriales, de los colores políticos que sean en ambas naciones. Y mientras nuestros vecinos culpan de todo a su falta de mar, responsabilizando a los chilenos que se los quitamos; nosotros los chilenos, nos hacemos los desentendidos respecto a las demandas de nuestros vecinos, argumentando que no hay problema alguno, que todo está zanjado. Efectivamente tenemos temas pendientes con Bolivia y desde allí, no hay peor ciego que el que no quiere ver.  Si no los tuviéramos, seríamos dos países hermanos con relaciones diplomáticas y sencillamente no es así. Y como en toda relación de a dos, la responsabilidad es compartida.

El fútbol es un muy buen reflejo de los nacionalismos a flor de piel. Un juego se convierte en una razón para descalificar, ofender y en muchos casos agredir a otros. Se comienza con abuchear el himno del contrincante, situación que en nuestro país es muy común, demostrando nuestra cero falta de respeto por el país "contrario". Y si es Bolivia, Perú o Argentina el equipo a ganar, la falta de respeto se multiplica. Hasta los respetuosos brasileños rompieron su norma en el partido contra Chile. Parece que se nos fuera la vida, que de verdad entráramos a una batalla campal en que el sentimiento nacionalista nos desborda.

Así, los políticos y otras instituciones republicanas comienzan a cruzar líneas y limites que nos confunden cómo sociedad al dejar de poner las cosas en su justo lugar, alentando aún más, con la buena excusa de un deporte, el nacionalismo que hay que defender a toda costa, en cada centímetro de suelo patrio. Se vio en la recepción de nuestros jugadores, como lo más probable que ocurrió también con los jugadores colombianos, los ticos y los argentinos, que fueron recibidos por las autoridades máximas de la nación como "héroes", exaltamos los valores patrios y el orgullo de ser chilenos. Raya en el extremo cuando el Ejército de Chile homenajea a Gary Medel "por encarnar el espíritu del soldado chileno" y se le regala un corvo. No entiendo la relación que se desea hacer. Bueno, en realidad la entiendo. Sin embargo, no la comparto para nada. Definitivamente me pasa algo cuando mezclamos con tanta simpleza un deporte, maravilloso como es el futbol, con otros valores patrios que nos llevan a sacar nuestro nacionalismo no en un juego, sino en la defensa de lo "nuestro", con la clara alusión a lo "nuestro", y por tanto a lo que no es de otros.

¿No habrá otra manera de relacionarnos que nos sea desde nuestros "feudos"? ¿No habrá la posibilidad de crear espacios colaborativos en que países vecinos puedan sentarse a conversar la mejor manera de solucionar sus diferencias sin que tengamos que terminar en una corte que está a miles de kilómetros de distancia de nuestra realidad?

La redes sociales, la tecnología de poder conversar con cualquier ser humano del planeta en tiempo real, la posibilidad de viajar como nunca antes ha existido en la historia de la humanidad, está borrando muy de a poco las fronteras  formales y nos está mostrando que detrás de cada "feudos" hay seres humanos que aman, sufren, se ríen, lloran y vibran con casi las mismas cosas y circunstancias que los habitantes del "feudo" del lado. Se viene un mundo más colaborativo, si o si. Puede que llegue un poco más tarde a este país que está al fin del mundo... pero finalmente llegará.