lunes, 26 de agosto de 2013

¿Por la Razón o la Fuerza?

(Tiempo aproximado de lectura 10 minutos)


Acababa de terminar una reunión en la oficina de un cliente en el Barrio Cívico y partí raudo al estacionamiento subterráneo que queda al lado de La Moneda. Pagué la tarifa y me fui al tercer nivel a buscar mi auto. Andaba apurado ya que tenía otra reunión en Providencia en 30 minutos más. Ya a punto de llegar a la salida, me di cuenta que había algo o alguien que me impedía salir del estacionamiento. Me bajé del auto para ver qué pasaba y vi otro auto, un Nissan Sentra, cruzado medio a medio, obstaculizando el paso a las dos "garitas" de salida del estacionamiento. Entre el Nissan y mi auto había otro vehículo (una camioneta negra) cuyo chofer también se había bajado. Nos acercamos al conductor que estaba sentado frente al volante con el motor absolutamente apagado.  Me di cuenta que en el asiento del copiloto había una señora que debe haber tenido cerca de 70 años, conectada a un tubo de oxigeno, tubo que reposaba en el piso de su asiento, con todas sus mangueras y su base con ruedas. El estado físico y emocional de la señora, como se podrán imaginar, no era de lo mejor.

El caballero del tercer auto comenzó preguntándole, no con muy buen tono, si le podía explicar el porqué de cruzar el auto e impedir la salida del resto de los usuarios del estacionamiento. Y se dio el siguiente dialogo entre ambos:

  • Mire señor, como usted ve, yo ando con mi madre que no está bien de salud. Pagué el monto del estacionamiento, que ya es carísimo, y nos fuimos al auto que estaba en el último nivel. Cómo ella anda muy delicada de salud, más encima teniendo que acarrear este tubo para que pueda respirar bien, nos demoramos en llegar al auto y llegar hasta aquí. Llegando acá, la maldita máquina me dice que ya pasó el tiempo para salir del estacionamiento y que tengo que pagar $800 más.
  • Ya... ¿y?
  • No tengo intención de pagar ni un peso más. Estos señores son unos ladrones y nosotros no hacemos nada para que dejen de serlo. Hablé por el citófono y les expliqué la situación y me dijeron que no podían ayudarme. Que sólo tenía que ir a pagar la diferencia y listo.
  • ¿Y qué va a hacer?
  • Pedí hablar con el encargado y no me voy a mover de aquí hasta que él llegué. No pienso pagar ni un peso más.
  • Perdón señor, yo entiendo lo que le pasa, pero, ¿qué tiene que ver todo esto con nosotros? ¿Por qué nosotros tenemos que "pagar el pato" por lo que a usted le pasa?
  • Usted no tienen nada que ver, lo sé. Pero así es la vida. Yo no voy a mover de aquí. Lo siento.

El dialogo continuó subiendo de tono mientras la señora madre mirada todo esto en silencio con una mirada más bien perdida. Finalmente, un empleado del estacionamiento le dijo, mejor dicho le grito desde lejos, al señor del Nissan que fuera a hablar con el responsable en la caja. Abrió la puerta, se bajó y, dejando la puerta abierta, comenzó a caminar hacia la caja. Inmediatamente, el señor de la camioneta negra se subió al auto, y ante la mirada atónita de la señora madre que tenía cara de querer gritar, prendió el auto y lo movió para el lado, de tal modo que dejaba libre el paso para que todos los autos (que en todo este rato deben haber sido unos 20 esperando salir) pudiesen hacerlo. El chofer del Nissan miró todo lo que ocurría, pero a una distancia tal que no pudo impedir que le movieran su auto. El otro señor, se bajo raudo del Nissan, se subió a su camioneta y salió del estacionamiento. Yo lo seguí.

Por días me quedé reflexionando desde dónde estamos haciendo lo que hacemos en nuestra sociedad.  Si bien este es un episodio "menor" respecto a tantos otros en que personas reclaman y exigen derechos realmente consagrados o reivindicaciones de lo que se cree que se tiene derecho, aunque no sé tenga, este suceso es un buen ejemplo, a mi juicio, de la lucha permanente de lidiar entre medios y fines. La tendencia en nuestra sociedad es que el fin si justifica los medios. Y si el medio para lograr el fin es la agresividad, la falta de respeto por el otro, el daño de propiedad ajena, la descalificación... bienvenidos, ya que el fin lo justifica todo.

De todo esto me surgieron dos miradas respecto a lo que pasa en Chile. Una, fue preguntarme cuándo se cruza la línea en que el uso del medio radical puede ser la última y única opción para conseguir lo que se desea, ya que la contraparte a la que se le exige lo que se le exige no se abre a ningún tipo de dialogo ni consideración en la búsqueda de una solución o al menos, acercamiento de posiciones. En otras palabras, cuándo, dada las nulas opciones, el fin si puede terminar justificando los medios. Bajo esta mirada, me cuestiono la voluntad de las partes a encontrar soluciones consensuadas, me cuestiono la emocionalidad desde donde estamos llevando a cabo nuestros procesos relacionales de vivir en sociedad. ¿Se tiene voluntad real de abrir un espacio de escucha primero y conversación después? ¿Se desea realmente llegar a acuerdos o sólo se desea imponer posiciones?  Y si se tiene voluntad, ¿cómo se traduce en acciones concretas tal voluntad?

Mi segunda mirada luego de este suceso fue reflexionar sobre el lema que nosotros, como chilenos, explicitamos en nuestro escudo patrio: "Por la razón o la fuerza". Poderosa declaración. Me cuestioné desde dónde nace este lema y él para qué del mismo. He aquí un pequeño resumen de lo encontrado en la web.

Al poseer un sentido semejante, el lema «Por la razón o la fuerza» se considera una versión en español del lema en latín «aut consiliis aut ense» («o por consejos o por espada»), que está vinculado a los orígenes del Estado de Derecho. La frase «aut consiliis aut ense» se remonta a la Antigua Roma y es expresión del clásico dualismo saber-poder (consilium-auxilium; «consejo»-«auxilio»). De ese dualismo, a su vez, es expresión el símbolo más conocido de la justicia: la balanza (que es expresión de la razón y el Derecho) y la espada (que representa el poder y la fuerza). Dicho lema latino fue incluido en el Primer Escudo Nacional, creado en 1812, en el período histórico denominado Patria Vieja. Este llevaba una inscripción que decía en la parte superior «Post tenebras lux» («Después de las tinieblas, la luz») y, en la parte inferior, «'Aut consiliis aut ense» («O por consejo o por espada»). El historiador Sergio Villalobos explica que la intención de los «patriotas» era significar que Chile avanzaba en su propia identidad autonomista, o independentista, mediante la razón o el ejercicio de la fuerza si fuese necesario.

 

"Chile avanza... mediante la razón o el ejercicio de la fuerza si fuese necesario". Si se fijan bien, esta doctrina es la base misma de las sociedades patriarcales que describí en la primera entrada de este blog: Prólogo "a"Maturana. Sociedades Colaborativas antes de la Cultura Patriarcal. Reitero los conceptos esenciales, acorde a la mirada de Humberto Maturana:


"En la cultura patriarcal el tono fundamental de las relaciones humanas está dado desde el sometimiento al poder y a la razón en el supuesto implícito de que poder y razón revelan dimensiones trascendentes del orden cósmico natural a las que el ser humano tiene acceso, y que legitiman, de manera también trascendental, su quehacer en el poder y la razón."


En simple, nosotros los chilenos, tenemos en nuestro escudo nacional el lema que mejor puede reflejar una Sociedad Patriarcal tipo. Y, lo más interesante de todo, es que la llevamos de buena forma a la práctica en el día a día. O sea, el caballero de la madre enferma en el estacionamiento o los defensores del aborto que irrumpieron en la Catedral dañando todo lo que pudieron, "trabajaban" bajo este lema. O imponen su posición por la razón o lo hacen por la fuerza, que ciertamente se aplica de muy distinta manera en ambos casos, sin embargo, son dos formas de violentar la voluntad de otros.

Para los lectores no chilenos, les cuento que hace poco tiempo atrás hubo en Chile un debate (que no llegó a nada) en que se proponía que se cambiara el lema de "Por la razón o la fuerza" a "Por la fuerza de la razón". Igualmente interesante si hubiese prosperado. De alguna manera ese nuevo lema describiría un acceso privilegiado de una de las partes en conflicto a poseer "la razón". En otra palabras, estaríamos llamados a defender "LA" razón. Nuevamente caeríamos en lo mismo que nuestro lema actual respecto a la emocionalidad desde donde se busca convivir en sociedad. ¿Existiría así la voluntad de escuchar al otro y desear llegar a consensos cuando una de las partes o ambas son dueñas de "la" razón? El hecho de que alguien deba defender "la" razón conlleva necesariamente a la necesidad de doblegar y obligar a un otro que no la tiene. "Si yo tengo "la razón" no existe posibilidad que tú también la tengas".

Volviendo a nuestro lema tal cual está ("Por la razón o la fuerza"), es entendible que cuando nuestros padres de la patria pensaron en este lema, sin duda deben haberlo hecho para fijar nuestra posición sobre la España de la cual nos independizábamos, lema que sirvió muy bien en el mismo siglo cuando tuvimos guerra con nuestros vecinos del norte. Dicho esto, me cuestiono para qué nos sirve hoy. ¿Qué principios y valores nos invita a abrazar?, ¿qué emocionalidades nos invita a vivenciar como sociedad?, ¿qué puertas nos abre para una mejor convivencia como chilenos? La única manera de "validarlo" es cuando, como chilenos, nos debiéramos unir en "una sola razón" frente a diferendos con nuestros vecinos (lo que, por cierto, ha impedido tener un buen convivir con ellos). Sin embargo, si lo tomamos en un ámbito de convivencia interna, aporta poco y nada.

Los lemas son guías, credos, manifiestos breves de valores desde dónde los pueblos declaran moverse. Así, busqué otros lemas de otras naciones, y me llamaron poderosamente la atención los siguientes cuatro lemas:

  • Francia -  Libertad, igualdad, fraternidad
  • Panamá - Para beneficio del mundo
  • Sudáfrica - Pueblos diversos, uníos
  • Suiza -Uno para todos, todos para uno

Son todos lemas declarados en positivo, denotan una emocionalidad de convivencia, de unión sin oposición a terceros, sin imposiciones. En particular, el de Sudáfrica es un lema que nace con el nuevo escudo aprobado en abril del año 2000, respondiendo al deseo de simbolizar en él los cambios democráticos del país y un nuevo sentido de patriotismo. Este es un reflejo maravilloso, a mi juicio, de como un país es un fenómeno social que va cambiando congruentemente con su entorno, con su propio medio. Me quedo con el anhelo que un buen día los chilenos conversemos sobre un mejor convivir, mejor convivir que quede reflejado, plasmado en un nuevo lema en nuestro escudo patrio. 

Adolfo 

Ps. Encontré el siguiente dibujo en la red al buscar "Por la razón y la fuerza". Me contacté con su autora y me dío permiso para agregarlo en este blog. Además, me "regaló" un lema que vió en Montevideo, que comparto con ustedes. Gracias Ana.


"Con libertad ni ofendo ni temo"

 "Ana Norambuena - Copyright 2006 - www.dibujosdeanita.blogspot.com".

martes, 25 de junio de 2013

¿Líderes iluminando caminos?




 (Tiempo aproximado de lectura: 7 minutos)

Un amigo coach escribió lo siguiente en su muro del Facebook después de ver el segundo "debate" de los candidatos de la Alianza: "Una característica fundamental de los líderes es que son capaces de ver más allá de lo que vemos la mayoría de las personas, iluminan un camino que antes no existía dentro de lo posible y se enfrentan con los paradigmas que limitan su poder de acción. Ayer vimos todo lo contrario, ojalá nada se mueva, o si es imperativo, que los cambios sean los menos posible, y para justificar esta actitud recurren al miedo". Un amigo de él le contesto de inmediato: "De acuerdo a esto entonces en Chile no existen los líderes."

Ambas miradas me invitaron a reflexionar sobre el rol de nuestros líderes políticos. Y comencé preguntándome si existían tales líderes que "iluminan caminos" en el mundo político. Irremediablemente se me vinieron a la mente nombres de grandes hombres como Gandhi, Churchill, Kennedy y Mandela. Si me remito a Chile en la etapa posterior al gobierno de Pinochet, los presidentes democráticos que hemos elegido, a mi juicio, no caen necesariamente en esa categoría. Quizás él que más, don Patricio Aylwin.

Hoy, nuestros candidatos presidenciales son varios hombres y una mujer de certezas, de certidumbres, de soluciones concretas, de ideas y proyectos que tenderían a solucionar buena parte de nuestros problemas como sociedad. En simple, un candidato presidencial presenta un conjunto de proyectos de todos (o casi todos) los ámbitos de nuestra sociedad en que promete, a través del desarrollo de tales o cuales actividades, procesos y lineamientos, que solucionará parcial o totalmente los problemas y desigualdades que nos aquejan. Eso es un Programa de Gobierno. Se contrastan y comparan los proyectos, cuestionándose, criticándose y descalificando entre ellos las iniciativas que cada uno aporta para mejorar nuestro país. Luego nosotros, los ciudadanos que queremos tener voto en esto de elegir líderes con sus respectivos proyectos, decidimos por aquel político que tenga el proyecto de país que más nos haga sentido acorde a nuestras propias prioridades, criterios, valores e intereses. A la vez, debe haber mucha gente que ni se entera de las propuestas, y termina votando por la fidelidad a la historia política partidista propia o familiar. Y otros, incluso, por aquel líder que considere más confiable y punto. 

Elegido quien sea, debe cumplir (idealmente) con sus promesa y comienza a negociar con las fuerzas políticas que no obtuvieron la presidencia para que les apruebe los proyectos que él o ella considera que serán beneficios para el país. Y allí se forman los dos bandos: Gobierno y Oposición. ¿Oposición? Si. Fuerza política que se opone. Su naturaleza misma es oponerse. Y en la práctica... se opone, incluso si el líder que gobierna es "iluminador de caminos". O sea, caemos en la dualidad del "blanco-negro", del "estoy en lo correcto-tú estás equivocado", del "hay que cambiarlo todo-no hay que cambiar casi nada", etc.

Vuelo a las certezas y las certidumbres, y me preguntó ¿quiénes son estos hombres y mujeres que tienen la capacidad extraordinaria de presentar propuesta que lo solucionan casi todo? ¿De dónde sale tal sabiduría? ¿Qué acceso privilegiado a la verdad (como diría Maturana), a la certeza, a la certidumbre tienen para arrogarse la definición cierta del camino correcto que un país debe seguir? A mi juicio, el liderazgo de "iluminar caminos" (que supone que el líder sabe con certeza el camino a iluminar) hace tiempo que no es la regla, si es que alguna vez lo fue. Es más bien la excepción. Dado ello, me cuestiono si llegó el momento de ir cambiando los paradigmas del liderazgo político que nuestra sociedad requiere. Con los mismos políticos de siempre, nos enfrentamos a problemas nuevos, a contingencias y demandas nunca antes vistas por una sociedad que pide cada vez más participación, que sea escuchada. Nos enfrentamos a fuerzas que rompen los ejes políticos típicos y se convierten en grupos de poder respecto a intereses particulares que no responden a ideologías ni dogmas preestablecidos. Los ciudadanos de España, Egipto, Turquía, Brasil y Chile, entre otros países, se están empoderando para hacer valer sus posiciones, sus opiniones, sus necesidades y no existen, al menos en Chile, estructuras participativas institucionalizadas que los acoja. De hecho, la sola creación de tales estructuras, a mi juicio, les restaría poder a los partidos políticos, lo que convierte esta situación en una paradoja para los políticos actuales. Darle más participación y poder a la gente, es restarse el poder propio.

Vuelvo al eje de mi reflexión y me pregunto, ¿qué pasaría si existiera un líder que no diga que lo tiene todo claro, que no tiene la solución para todos nuestros males, pero que tiene una capacidad que puede superar con creces el tener las certezas y certidumbres de todos aquellos otros líderes que saben a ciencia cierta "EL" camino a seguir? ¿Qué pasarían con un líder que pueda convocar a la búsqueda de miradas globales consensuadas, a "directrices país", a intereses superiores a los muchos veces mezquinos intereses partidarios?

No suelten la lectura... aunque crean que estoy alucinando, ya que quiero dar un par de ejemplos de mi mirada que hoy ya es realidad. Hace unos días atrás vi una foto en que el Ministro de Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno, se reunió con políticos del más amplio espectro quienes le brindaron su apoyo a la gestión del gobierno en relación a los temas de diferendos existentes con nuestros vecinos del norte. Hay un intereses superior que se llama "Soberanía Nacional" en que todos se ponen de acuerdo, no teniendo necesariamente que ser así (yo, por ejemplo, priorizaría la buena vecindad y evaluaría alternativas para que se concretara). A esto le llaman "Política de Estado". Esta misma política es la que genera que el Banco Central y la Contraloría sean independientes en su actuar del gobierno de turno. Escuchaba hace poco que existe iniciativas para que ocurra lo mismo con Corfo y  Sernac, y con el vilipendiado INE. Es decir, se puede. Definiendo un objetivo superior, que es el país y sus intereses permanentes, no coyunturales, se puede.

Para que ello ocurra, a mi juicio, necesitamos líderes con menos certezas y certidumbres en la táctico. Menos líderes que se ya sepan que es necesario subir o bajar un tanto por ciento de impuesto a empresas o personas, sino hemos tenido la conversación poderosa de qué priorizar con el uso de tal dinero. Menos líderes que tengan la solución correcta de cómo se financia la educación, sino hemos tenido la conversación poderosa de qué tipo de educación queremos para nuestros hijos, qué tipo de educación necesita nuestro país para los próximos 30 años. Menos líderes que estén a favor o en contra de un determinado proyecto hidroeléctrico, sino hemos tenido la conversación poderosa de cómo nos haremos cargo de nuestro crecimiento energético cuidando nuestro medio ambiente.

Necesitamos líderes cuya mayor certidumbre sea la capacidad de buscar colaborativa y participativamente consensos. Es decir, líderes que no sepan necesariamente el único camino correcto, sin embargo, que sean capaces de crear contextos emocionales y conversacionales que abran espacios para la creación conjunta de nuevos caminos. ¿Tendremos este tipo de liderazgo entre nuestros candidatos?

Un abrazo, Adolfo


Ps. En la misma línea de lo escrito, leyendo a Maturana en el libro del Sentido de lo Humano, extraigo de allí párrafos sobre el observador que él es del mundo de la política:

"En democracia, las distintas visiones políticas y espirituales deberían operar como distintas visiones que permitan darse cuenta de distintas clases de errores en la realización del proyecto común que es la realización democrática de un país; pero cuando las distintas visiones políticas y espirituales se constituyen en ideologías, pasan a ser un riesgo para la convivencia social. Siempre son espacios patológicos porque sus adeptos generan dominios de negación del otro cuando el otro no está de acuerdo con ellos, y no admiten la conversación. Así, los encuentros de personas con distintas ideologías se transforman en luchas eternas o se resuelven por la negación total de uno a otro.  Los desacuerdos ideológicos nunca generan conversaciones, ni son oportunidades para decir algo nuevo, sólo son ocasiones en las que se busca obligar al otro a entregar su obediencia o su negación total."

"Si se comenten errores en democracia no es grave, precisamente porque en ella se admite el error como posible, y porque se admite que se pueda corregir. De hecho el error surge en la reflexión que señala que el rumbo que se sigue no lleva al fin deseado, lo que permite cambiar la dirección de acción. Los regímenes o sistemas democráticos pueden cometer errores, las dictaduras "no cometen errores", y no los cometen precisamente porque no tienen espacio de reflexión. En una dictadura los miembros de la comunidad no pueden ni siquiera invitar a la reflexión. Cada vez que algo no funciona el argumento es que "no hemos hecho bastante de lo mismo, por eso aún no funciona".

"La Democracia es un espacio de convivencia en el cual todo los asuntos de la comunidad son públicos, es decir, accesibles a la mirada la reflexión, a los comentarios, a las proposiciones y decisiones de acción de todos los miembros de la comunidad, de modo que nadie pueda apropiarse de ellos. En democracia, los mecanismos de elecciones de autoridades transitorias existen con el propósito de evitar la apropiación de los asuntos de la comunidad y mantenerlos de hecho públicos. La democracia no es el gobierno de las mayorías, ni surge así. La democracia es una forma de vida política que crea espacios de conversaciones y participación para todos los miembros de la comunidad que la adopta."

"La democracia no es cuestión de poder, sino de colaboración en la realización de un proyecto nacional y eso exige educación, educación cívica."

jueves, 6 de junio de 2013

Un Derecho Humano más y Cumpleaños.



(Tiempo de lectura aproximado: 7 minutos)

Y allí me hallaba yo, inmóvil, sin mover un músculo, un pelo, en silencio absoluto y sin percatarme de nada de lo que ocurría a mí alrededor, con la mirada fija en mi primo Polo. A mis 9 años, creía a ciencia cierta que todos nosotros crecíamos, literal y físicamente, crecíamos en el día de nuestro cumpleaños. Era el octavo cumpleaños de mi primo y  yo estaba a punto de presenciar cómo crecería de un minuto a otro unos cuantos centímetros. Pasaron bebidas naranjas y oscuras, galletas de todo tipo, dulces, serpentinas, cornetas, gorros y torta coronada con velas que fueron exitosamente sopladas, acompañada por la canción que más se canta en el mundo día a día y… absolutamente nada del aumento de la estatura de mi primo. Ni un recontra mínimo centímetro. Ni un movimiento raro, ni una estirada visible… nada de nada. Que decepción más grande. Me pregunté si de pronto crecería justo cuando se fuese a acostar. O si ya había crecido cuando despertó. No había respuestas a esas preguntas que me hacía a mí mismo, así que finalmente solté y me incorporé a pasarlo bien en el cumpleaños con todos los niños allí presentes, sin darle más vuelta al asunto.

De toda lógica era para mí esa creencia, como la de mi hermano Jorge que creía que las vacas café daban leche con chocolate y las blancas daban leche blanca. O la de mi hermana Luz María que creía que cada uno de nosotros tenía un número limitado de palabras que se podían pronunciar durante nuestra vida, por lo que se preocupaba de hablar lo justo e inteligentemente necesario. Mi amigo Enrique creía que el diario traía las noticias de los sucesos que iban a ocurrir, ya que no tenía ninguna lógica que contara lo que ya había ocurrido. Alejandro, creía que su existencia no era tal; se imaginaba que todo era ficción y que él en realidad no existía. Marcos creí que era inmortal, que la vida era tan bella, que no había para qué morir. Mónica creía que la música que sonaba en la radio era de cantantes y bandas que tocaban en vivo, por lo que le costaba entender cómo podía haber tanta gente en la radio durante todo el día. Mi hija Natalia creí que los actores cuando se morían en las películas, de verdad se morían; viendo una vez Titanic, le dieron muchas ganas de ir a rescatar a Leonardo Di Caprio al fondo del mar. Mi otra hija, Tamara, creía que cuando se hacía una película que contaba la historia de un personaje, la película se iba filmando con el mismo actor que crecía desde niño a adulto, por lo que tomaba años filmarla. Por ahí leí de un niño que creía que el mundo antes era en blanco y negro, dadas las películas antiguas que veía y que un día comenzó a ser en colores. Yo también creía que para tener hijos definitivamente la pareja debía estar casada, por lo que por años no entendí cómo esa tía había tenido ese niño no habiéndose casado nunca. Y obvio, no le pregunté a nadie para salir de mi duda.

Volviendo al “crecer en el día de cumpleaños”… un buen día se esfumo esa creencia, por falta de evidencia empírica y se durmió en algún pasillo en que se hospedan los recuerdos más inverosímiles de nuestro maravilloso cerebro. Hasta hace poco que lo volví a recordar y además, a relacionar  con lo que estoy viendo y reflexionando en el Magister con el Doctor Maturana.

Escuchaba una entrevista a un candidato presidencial, que también lo fue hace cuatro años atrás, y el periodista (inquisitivo pero "en mala") lo tenía acorralado, insistiéndole que le explicara a él y todo los televidentes cómo era posible que en su programa de gobierno actual hubiese propuestas que no había en el programa de gobierno de su primer intento de ser primera autoridad de nuestro país. Me llegó a molestar la actitud del periodista (situación que me está ocurriendo muy a menudo con esos profesionales, con contadas excepciones). A la vez, hacía fuerzas para que el candidato respondiera algo así como: "sencillamente porque hoy veo que la situación del país requiere estas iniciativas, lo que no creía 4 años atrás". Nop... no respondió eso. Se dio más vueltas que Alexis Sánchez y al final no dijo nada.

Situaciones similares a estas ocurren en el mundo político, organizacional y en la vida misma. Se cuestiona abierta y drásticamente si alguien ha dicho algo en un tiempo pasado "x" (que haya quedado grabado, escrito o sencillamente en la memoria colectiva o individual de un otro), y hoy tenga "la osadía", "la irresponsabilidad", "la falta de coherencia" de pensar distinto. Me cuestionaba el porqué se juzga de esa manera el que una persona pueda cambiar de opinión. Y lo único que me hace algún sentido, es que si es un político, por ejemplo, estos cambios de opiniones pueden significar a ojos de la opinión pública, del periodismo y de, finalmente, los potenciales votantes, que el sujeto no mantiene sus opiniones. Desde allí, se hace poco predecible en sus conductas y acciones, y por consiguiente, poco confiable.

Así las cosas, por todos lados (en particular en las redes sociales) hay quienes se dedican a buscar qué dijo en el pasado tal o cual candidata o candidato para confrontarlo con lo que pueda estar diciendo hoy. Para "solucionar" este supuesto problema de falta de coherencias y confianzas, habría que determinar una fecha, un "timming", un día definido en que uno pueda decir: "Ya, estoy listo. Sé todo lo que necesito saber. Tengo mis convicciones debidamente clarificadas, junto con mis visiones del mundo y caminos a seguir. Y de aquí para adelante voy a mantener mi opinión en todo, como ciertamente corresponde." Obvio que no sucede así. Los más cercano que les ocurra así, a mi juicio, son quienes siguen sólida y disciplinadamente tendencias y doctrinas ideológicas, políticas, filosóficas, religiosas, y otras en que los patrones de conductas, valores y opiniones están ya debida y férreamente "institucionalizadas".

Todos, sin excepción, hemos ido cambiando nuestras creencias en la medida que vamos creciendo, que vamos siendo nuevos observadores de la realidad, realidad que cambia minuto a minuto, hora a hora, día a día. Y si bien hoy me puedo dar cuenta de esta "no certidumbre de mis conoceres", tengo que reconocer que hubo un tiempo en que mis convicciones eran férreas e invariables, que sabía todo lo que necesitaba saber para desempeñarme personal y profesionalmente bien. Que arrogancia y, a la vez, que ignorancia.

En la primera semana presencial del Magister, Ximena y Humberto, nos dicen que ellos están proponiendo los Derechos Humanos treinta y uno y treinta y dos. Mi primer asombro, desde mi mayor ignorancia, fue que no tenía idea que existen 30 Derechos Humanos. Treinta. Quienes estén tan asombrados cómo yo, pueden verlos en el siguiente link: http://www.un.org/es/documents/udhr/

Ellos plantearon los dos nuevos Derechos Humanos que están proponiendo para la humanidad:
         31. Derecho a equivocarnos.
         32. Derecho a cambiar de opinión.

Volveré al número 31 algún día en este blog. Y el 32 me encantó, sencillamente me encantó... y además, siento que no hace tanta falta en este país, sobre todo en estos momento de agitadas aguas políticas y sociales.

Termino con dos ideas. La primera es que escuchando un programa deportivo en ADN radio, los muchachos estaban hablando cómo el nuevo entrenador de un equipo grande de Chile, había cambiado de opinión sobre un tema "x". Allí, uno de los conductores cito una frase que dijo que era de Caszely, que decía: "No tengo porque estar de acuerdo con lo que he dicho". Sutil y brillantemente fantástica la frase. Siempre ha sido "clever" Carlitos C.

Sería interesante, que literal o metafóricamente, nosotros los adultos volviéramos a clases. Buscar el conocer, declarando ignorancias e incertidumbre en nuestro devenir, desterrando dogmas, nos daría permiso a poder cambiar de opinión cuando la situación, los tiempos y las coyunturas lo ameriten. Y desde allí, decir con propiedad:

"No tengo porque estar de acuerdo con lo que he dicho".
Al final, de verdad se crece en el día del cumpleaños.

Hasta la próxima,
Adolfo