jueves, 6 de junio de 2013

Un Derecho Humano más y Cumpleaños.



(Tiempo de lectura aproximado: 7 minutos)

Y allí me hallaba yo, inmóvil, sin mover un músculo, un pelo, en silencio absoluto y sin percatarme de nada de lo que ocurría a mí alrededor, con la mirada fija en mi primo Polo. A mis 9 años, creía a ciencia cierta que todos nosotros crecíamos, literal y físicamente, crecíamos en el día de nuestro cumpleaños. Era el octavo cumpleaños de mi primo y  yo estaba a punto de presenciar cómo crecería de un minuto a otro unos cuantos centímetros. Pasaron bebidas naranjas y oscuras, galletas de todo tipo, dulces, serpentinas, cornetas, gorros y torta coronada con velas que fueron exitosamente sopladas, acompañada por la canción que más se canta en el mundo día a día y… absolutamente nada del aumento de la estatura de mi primo. Ni un recontra mínimo centímetro. Ni un movimiento raro, ni una estirada visible… nada de nada. Que decepción más grande. Me pregunté si de pronto crecería justo cuando se fuese a acostar. O si ya había crecido cuando despertó. No había respuestas a esas preguntas que me hacía a mí mismo, así que finalmente solté y me incorporé a pasarlo bien en el cumpleaños con todos los niños allí presentes, sin darle más vuelta al asunto.

De toda lógica era para mí esa creencia, como la de mi hermano Jorge que creía que las vacas café daban leche con chocolate y las blancas daban leche blanca. O la de mi hermana Luz María que creía que cada uno de nosotros tenía un número limitado de palabras que se podían pronunciar durante nuestra vida, por lo que se preocupaba de hablar lo justo e inteligentemente necesario. Mi amigo Enrique creía que el diario traía las noticias de los sucesos que iban a ocurrir, ya que no tenía ninguna lógica que contara lo que ya había ocurrido. Alejandro, creía que su existencia no era tal; se imaginaba que todo era ficción y que él en realidad no existía. Marcos creí que era inmortal, que la vida era tan bella, que no había para qué morir. Mónica creía que la música que sonaba en la radio era de cantantes y bandas que tocaban en vivo, por lo que le costaba entender cómo podía haber tanta gente en la radio durante todo el día. Mi hija Natalia creí que los actores cuando se morían en las películas, de verdad se morían; viendo una vez Titanic, le dieron muchas ganas de ir a rescatar a Leonardo Di Caprio al fondo del mar. Mi otra hija, Tamara, creía que cuando se hacía una película que contaba la historia de un personaje, la película se iba filmando con el mismo actor que crecía desde niño a adulto, por lo que tomaba años filmarla. Por ahí leí de un niño que creía que el mundo antes era en blanco y negro, dadas las películas antiguas que veía y que un día comenzó a ser en colores. Yo también creía que para tener hijos definitivamente la pareja debía estar casada, por lo que por años no entendí cómo esa tía había tenido ese niño no habiéndose casado nunca. Y obvio, no le pregunté a nadie para salir de mi duda.

Volviendo al “crecer en el día de cumpleaños”… un buen día se esfumo esa creencia, por falta de evidencia empírica y se durmió en algún pasillo en que se hospedan los recuerdos más inverosímiles de nuestro maravilloso cerebro. Hasta hace poco que lo volví a recordar y además, a relacionar  con lo que estoy viendo y reflexionando en el Magister con el Doctor Maturana.

Escuchaba una entrevista a un candidato presidencial, que también lo fue hace cuatro años atrás, y el periodista (inquisitivo pero "en mala") lo tenía acorralado, insistiéndole que le explicara a él y todo los televidentes cómo era posible que en su programa de gobierno actual hubiese propuestas que no había en el programa de gobierno de su primer intento de ser primera autoridad de nuestro país. Me llegó a molestar la actitud del periodista (situación que me está ocurriendo muy a menudo con esos profesionales, con contadas excepciones). A la vez, hacía fuerzas para que el candidato respondiera algo así como: "sencillamente porque hoy veo que la situación del país requiere estas iniciativas, lo que no creía 4 años atrás". Nop... no respondió eso. Se dio más vueltas que Alexis Sánchez y al final no dijo nada.

Situaciones similares a estas ocurren en el mundo político, organizacional y en la vida misma. Se cuestiona abierta y drásticamente si alguien ha dicho algo en un tiempo pasado "x" (que haya quedado grabado, escrito o sencillamente en la memoria colectiva o individual de un otro), y hoy tenga "la osadía", "la irresponsabilidad", "la falta de coherencia" de pensar distinto. Me cuestionaba el porqué se juzga de esa manera el que una persona pueda cambiar de opinión. Y lo único que me hace algún sentido, es que si es un político, por ejemplo, estos cambios de opiniones pueden significar a ojos de la opinión pública, del periodismo y de, finalmente, los potenciales votantes, que el sujeto no mantiene sus opiniones. Desde allí, se hace poco predecible en sus conductas y acciones, y por consiguiente, poco confiable.

Así las cosas, por todos lados (en particular en las redes sociales) hay quienes se dedican a buscar qué dijo en el pasado tal o cual candidata o candidato para confrontarlo con lo que pueda estar diciendo hoy. Para "solucionar" este supuesto problema de falta de coherencias y confianzas, habría que determinar una fecha, un "timming", un día definido en que uno pueda decir: "Ya, estoy listo. Sé todo lo que necesito saber. Tengo mis convicciones debidamente clarificadas, junto con mis visiones del mundo y caminos a seguir. Y de aquí para adelante voy a mantener mi opinión en todo, como ciertamente corresponde." Obvio que no sucede así. Los más cercano que les ocurra así, a mi juicio, son quienes siguen sólida y disciplinadamente tendencias y doctrinas ideológicas, políticas, filosóficas, religiosas, y otras en que los patrones de conductas, valores y opiniones están ya debida y férreamente "institucionalizadas".

Todos, sin excepción, hemos ido cambiando nuestras creencias en la medida que vamos creciendo, que vamos siendo nuevos observadores de la realidad, realidad que cambia minuto a minuto, hora a hora, día a día. Y si bien hoy me puedo dar cuenta de esta "no certidumbre de mis conoceres", tengo que reconocer que hubo un tiempo en que mis convicciones eran férreas e invariables, que sabía todo lo que necesitaba saber para desempeñarme personal y profesionalmente bien. Que arrogancia y, a la vez, que ignorancia.

En la primera semana presencial del Magister, Ximena y Humberto, nos dicen que ellos están proponiendo los Derechos Humanos treinta y uno y treinta y dos. Mi primer asombro, desde mi mayor ignorancia, fue que no tenía idea que existen 30 Derechos Humanos. Treinta. Quienes estén tan asombrados cómo yo, pueden verlos en el siguiente link: http://www.un.org/es/documents/udhr/

Ellos plantearon los dos nuevos Derechos Humanos que están proponiendo para la humanidad:
         31. Derecho a equivocarnos.
         32. Derecho a cambiar de opinión.

Volveré al número 31 algún día en este blog. Y el 32 me encantó, sencillamente me encantó... y además, siento que no hace tanta falta en este país, sobre todo en estos momento de agitadas aguas políticas y sociales.

Termino con dos ideas. La primera es que escuchando un programa deportivo en ADN radio, los muchachos estaban hablando cómo el nuevo entrenador de un equipo grande de Chile, había cambiado de opinión sobre un tema "x". Allí, uno de los conductores cito una frase que dijo que era de Caszely, que decía: "No tengo porque estar de acuerdo con lo que he dicho". Sutil y brillantemente fantástica la frase. Siempre ha sido "clever" Carlitos C.

Sería interesante, que literal o metafóricamente, nosotros los adultos volviéramos a clases. Buscar el conocer, declarando ignorancias e incertidumbre en nuestro devenir, desterrando dogmas, nos daría permiso a poder cambiar de opinión cuando la situación, los tiempos y las coyunturas lo ameriten. Y desde allí, decir con propiedad:

"No tengo porque estar de acuerdo con lo que he dicho".
Al final, de verdad se crece en el día del cumpleaños.

Hasta la próxima,
Adolfo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido primo y amigo, mil disculpas por haberte provocado a temprana edad una de las primeras decepciones de tu vida, al no crecer en el dia de mi cumpleaños. Pues de haberme dado cuenta me habria puesto en puntas de pie para haberte sorprendido y hacerte feliz. pero en el transcurso de los años y con la gracia de dios, avance 42 años mas, y a mis 50 te vi mirandome fijo en mi cumple y senti que me eleve unos centimetros mas cuando expresaste profundas palabras de amistad a mi persona. gracias por tu invitacion a pensar y sentir, a reflexionar sobre la vida.
En cuanto a los cambios de opinon, te acuerdas que cuando chico me gustaba el colo colo y transcurriendo los dias y junto a mis hijos hoy soy fanatico y desde años a la catolica: que es eso? cambie de equipo y que¡¡ voy los domingos al estadio con martin y antes con diego y me acostumbre a gritar por los cruzados, eso si que de reojo miro al colo, mas lo que nunca e cambiado de opinion es no ser de la U, por lo menos aca hay consecuencia.
claramente se crece en el dia de cumpleaños, un abrazo, tu primo Polo