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Leo, con
asombro, que la alcaldesa de la cuidad de Santiago de Chile, Sra. Carolina
Tohá, está proponiendo una consulta popular en que dentro de las preguntas esté
la opinión de los vecinos de la comuna de Santiago al eventual cambio del nombre
del Cerro Santa Lucia por el nombre de Cerro Welén. A mis amigos extranjeros le cuento que Santa Lucia es un cerro pequeño que queda en el centro de la ciudad y que es un punto turístico relevante dada su belleza, sus jardines y su arquitectura. En
palabras textuales de la alcaldesa "Esta ciudad tiene una historia previa a la Colonia,
que es cuando se le puso Santa Lucía al cerro. Esta discusión se ha hecho para
que el municipio visibilice su identidad indígena, para que se haga cargo de su
historia indígena, que viene mucho antes de la colonia".
Estrictamente hablando la cuidad de Santiago no tiene una historia previa
a la Colonia, porque previa a la Colonia, no era ciudad. Pero bueno, eso, como
muchos de ustedes podrán estar pensando, es discutible. Si continúan leyendo, quiero
invitarlos a otro destino.
El punto que quiero abordar con estas líneas es la "dicotomía"
con que se tocan y toman muchos de los temas del quehacer político y social en
mi querido Chile. Para hablar el mismo "idioma", entiendo por dicotomía
un fenómeno que implica la separación en dos partes de una cosa. El
término incluye implícitamente la propiedad de exclusión mutua entre las partes
separadas por el fenómeno dicotómico. En fácil: un evento dicotómico es aquel
que sólo tiene dos opciones, como por ejemplo, ganar o perder, cero (0) o uno
(1), sí o no, todo o nada.
La tierra en que ha surgido y evolucionado esta sociedad que es Chile es
de extremos. El extremo desierto del norte y los extremos hielos del sur.
Lugares donde no llueve nunca y otros donde llueve más de 300 días al año.
Santiago, por ejemplo, es una ciudad en que todo lo que es verde (césped,
flores, plantas y árboles) está ahí porque alguien lo riega. No tenemos petróleo ni gas natural en nuestro
subsuelo. Todo cuesta en nuestro país. Sin duda que tenemos una maravillosa y diversa
naturaleza, sin embargo, el provecho que sacamos de ella es con
esfuerzo, con mucho esfuerzo. Y cómo nos vivimos esos extremos, de pronto eso
nos ha forjado el carácter de llevar nuestros temas al extremo.
Entonces, llevamos al extremo la Economía Libre de Mercado (con todo los
aspectos positivos y negativos que ello ha tenido y sigue teniendo), después de
haber sido el primer país en el mundo en comenzar a caminar hacia una
Revolución Socialista bajo un presidente elegido democráticamente (con todos los aspectos positivos y negativos que ello tuvo en nuestra historia). Hoy, como
sociedad, estamos discutiendo el tema del "lucro" en la Reforma
Educacional y ampliando la discusión a otros ámbitos como la Salud. Y no hay medias
tintas en la discusión, ya que tendemos a "demonizar" ciertos
conceptos y lo que en un momento histórico fue bueno, fue motor de iniciativa,
creatividad y progreso, hoy lo catalogamos como nefasto para los intereses
sociales y buscamos eliminarlo por completo. En eso estamos entre el blanco y el negro, sin tonos de grises entremedio.
Lo peligroso de este péndulo entre un extremo y otro, a mi juicio, es que
abrazamos causas que pueden ser muy legítimas en un momento de nuestra convivir
como sociedad, pero con miradas que no validan la historia de una manera
"empática". No terminamos de ver desde dónde ha surgido lo que surgió y el beneficio que pudo haber acarreado, independiente de que ello hoy no esté funcionando todo lo bien que se quisiera y pueda mejorarse y perfeccionarse. Somos drásticos en juzgar la historia, sea del gobierno
anterior, de hace 40 años, de hace un siglo o de quinientos y tantos años
atrás.
Juzgar la historia parados en el "hoy" no puede ser un proceso
que legitime y que respete lo vivido en el momento que se vivió. De hecho, la
única manera de juzgar esa historia es con la mirada de los observadores que
hoy estamos siendo, observadores que tenemos los antecedentes que hoy tenemos.
Que sabemos lo que hoy sabemos (no lo que se sabía en ese entonces) basado en
lo que hoy vivimos y en el cómo hoy lo vivimos (no lo que se vivió en ese
momento juzgado, ni el cómo se vivió). Se enjuicia, entonces, de una manera
poco benevolente, poco "empática" para con las circunstancias,
conocimientos, "haceres" y "emocionares" que se vivieron en el momento histórico
juzgado.
Hago hincapié que estoy cuestionando el juzgar la historia, no el comprenderla, que es distinto. Ya que al juzgarla, lo hacemos desde un emocionar que nos invita a tomar partido por el cómo se dio esa historia, a estar a favor o en contra del cómo y el porqué ocurrió lo que ocurrió, y desde allí, hacer algo para modificar eso que ocurrió hace años, incluso siglos atrás. Es de alguna manera, hacernos cargo de lo vivido tiempo atrás y querer modificarlo hoy.
Vuelvo a las palabras textuales de la alcaldesa de nuestra ciudad: "Esta ciudad tiene una historia previa a la
Colonia, que es cuando se le puso Santa Lucía al cerro. Esta discusión se ha
hecho para que el municipio visibilice su identidad indígena, para que se haga
cargo de su historia indígena, que viene mucho antes de la colonia".
Interesante observar la emoción que puede leerse detrás de las palabras de la alcaldesa. En mi mirada, leo que existe una sensación de injusticia, de inequidad, que debería ser superada, arreglada, reparada después de tanto siglos. Existe una historia indígena que debe ser legitimada, para lo cual hay que hacerse cargo de tal historia hoy.
No puedo estar más de acuerdo con ello, siempre y cuando un pedazo de la
historia no borre, dicotómicamente, al otro pedazo de la misma historia. En lo que no estoy en
absoluto de acuerdo, es que este eventual cambio de nombre, se haga negando la
otra parte de la historia. Las alternativas que se ponen a disposición a la
ciudadanía entre las cuales escoger son las siguientes, acorde a lo que se
muestra hoy en la web de la municipalidad.
Respecto
al nombre del cerro conocido como Santa Lucía, su opción es:
a) Que cambie su nombre a Cerro Welén.
b) Que se llame Cerro Santa Lucía.
a) Que cambie su nombre a Cerro Welén.
b) Que se llame Cerro Santa Lucía.
O sea,
nuestra ya conocida política del péndulo dicotómico. El todo o nada. El 1 o el
0. El Blanco o el Negro.
Cada vez que tengo la posibilidad de viajar fuera de Chile, me doy cuenta
que es una nueva oportunidad de conocer más mi propio país, por raro que suene.
Estando allá lejos, no importa dónde, irremediablemente comparo, reflexiono y descubro
lo que es y lo que no es mi Chile. Estuve en México hace unas semanas atrás y
me llamó gratamente la atención de cómo conviven las raíces indígenas de las
culturas precolombinas con la cultura española que llegó para quedarse e
integrarse. Es interesante visitar en un mismo día en las afueras de Ciudad de
México, las Pirámides del Sol y de la Luna en Teotihuacan y el convento de San
Agustín de Acolman, y volviendo a la ciudad, la Basílica de Guadalupe y el
Museo Nacional de Antropología (que muestra todas las culturas pre-hispánicas
por regiones del país). Llamativo ver que todos estos sitios están llenos de
visitantes, mexicanos y extranjeros, donde se validan y respetan
indistintamente ambas culturas, que en definitiva, constituyen el ser mexicano.
En esa misma línea, me llamó muchísimo la atención la cantidad de nombres
compuestos de ciudades, municipios y estados en que conviven culturas y/o
"nacionalidades". Doy algunos ejemplo, imaginándome que deben haber
muchos más:
- Oaxaca de Juárez - Nombre original indígena (Oaxaca) que se rebautiza en honor de uno de sus hijos ilustres del estado, Benito Juárez
- San Miguel de Allende - Nombre de la ciudad que fundan los españoles (San Miguel) que se rebautiza en honor de uno de sus hijos ilustres de la ciudad que lucho por la independencia de España, Ignacio Allende.
- Dolores Hidalgo - Nombre de la ciudad que fundan los españoles (Dolores) que se re-nombra en honor al Cura Hidalgo quien invita a los ciudadanos a levantarse contra la corona de España, en lo que se denomina el Grito de Dolores, en la fecha en que se conmemora el día Nacional de México.
- Y entre otros: Coahuila de Zaragoza, Michoacán de Ocampo, Almoloya de Juárez, San Mateo Atenco, Tenango del Valle, Atizapán de Zaragoza, Tlalnepantla de Baz, Santa María Tonanitla.
Mi punto es que en todos estos nombres hay dos "fuerzas y raíces" que saben convivir, ya sea la cultura indígena precolombina con
los colonizadores españoles, o nombres españoles que llegaron con la Conquista
con personajes de la independencia mexicana (hijos ya de México). Lo relevante
es que se CONVIVE. No se niegan unos a otros, no se descalifican unos a otros.
Quizás, quienes durante la historia mexicana han ido cambiando de nombre a sus
lugares geográficos, han tenido la visión que México está constituido por todas las
historias, todas las culturas, todos los pueblos que hoy constituyen
ese maravilloso país. No sobra historia, no la niegan, ni sienten culpa cuando
se convive con lo que ya fue. En definitiva, no son decisiones dicotómicas del
todo o nada. Son invitaciones al convivir, al comprender que lo que constituye
a un pueblo, a una sociedad son episodios recursivos sobre los cuales se crece,
se madura, se evoluciona, creando una propia identidad que es la sumatoria de
todas las identidades.
Chile somos todos los chilenos. Los chilenos indígenas de norte y del sur, los chilenos
españoles descendiente de quienes nos colonizaron, los chilenos
alemanes del sur, los chilenos yugoslavos de Antofagasta y Punta Arenas, los
chilenos italianos de Copiapó, los chilenos coreanos de Patronato. Los chilenos
palestinos y judíos que conviven en esta tierra, no sabiendo convivir en sus
tierras de origen. Los nuevos chilenos peruanos, colombianos y venezolanos que
comenzarán a crear nuevas familias chilenas. Y la gran cantidad de chilenos que
tienen sangre indígena y española a la vez.
Yo, un
chileno más, voto por la alternativa c) Que se llame Cerro Welén - Santa
Lucia.