Un amigo coach escribió lo siguiente en su
muro del Facebook después de ver el segundo "debate" de los
candidatos de la Alianza: "Una característica fundamental de los líderes es que son
capaces de ver más allá de lo que vemos la mayoría de las personas, iluminan un
camino que antes no existía dentro de lo posible y se enfrentan con los
paradigmas que limitan su poder de acción. Ayer vimos todo lo contrario, ojalá
nada se mueva, o si es imperativo, que los cambios sean los menos posible, y
para justificar esta actitud recurren al miedo". Un amigo de él le contesto de inmediato: "De acuerdo a esto entonces en Chile no existen los líderes."
Ambas miradas me invitaron a
reflexionar sobre el rol de nuestros líderes políticos. Y comencé preguntándome
si existían tales líderes que "iluminan caminos" en el mundo
político. Irremediablemente se me vinieron a la mente nombres de grandes hombres
como Gandhi, Churchill, Kennedy y Mandela. Si me remito a Chile en la etapa posterior al gobierno de Pinochet, los
presidentes democráticos que hemos elegido, a mi juicio, no caen necesariamente
en esa categoría. Quizás él que más, don Patricio Aylwin.
Hoy, nuestros candidatos
presidenciales son varios hombres y una mujer de certezas, de certidumbres, de
soluciones concretas, de ideas y proyectos que tenderían a solucionar buena
parte de nuestros problemas como sociedad. En simple, un candidato presidencial
presenta un conjunto de proyectos de todos (o casi todos) los ámbitos de
nuestra sociedad en que promete, a través del desarrollo de tales o cuales
actividades, procesos y lineamientos, que solucionará parcial o totalmente los
problemas y desigualdades que nos aquejan. Eso es un Programa de Gobierno. Se
contrastan y comparan los proyectos, cuestionándose, criticándose y
descalificando entre ellos las iniciativas que cada uno aporta para mejorar
nuestro país. Luego nosotros, los ciudadanos que queremos tener voto en esto de
elegir líderes con sus respectivos proyectos, decidimos por aquel político que
tenga el proyecto de país que más nos haga sentido acorde a nuestras propias
prioridades, criterios, valores e intereses. A la vez, debe haber mucha gente
que ni se entera de las propuestas, y termina votando por la fidelidad a la
historia política partidista propia o familiar. Y otros, incluso, por aquel
líder que considere más confiable y punto.
Elegido quien sea, debe cumplir (idealmente)
con sus promesa y comienza a negociar con las fuerzas políticas que no obtuvieron
la presidencia para que les apruebe los proyectos que él o ella considera que
serán beneficios para el país. Y allí se forman los dos bandos: Gobierno y
Oposición. ¿Oposición? Si. Fuerza política que se opone. Su naturaleza misma es
oponerse. Y en la práctica... se opone, incluso si el líder que gobierna es
"iluminador de caminos". O sea, caemos en la dualidad del
"blanco-negro", del "estoy en lo correcto-tú estás
equivocado", del "hay que cambiarlo todo-no hay que cambiar casi nada", etc.
Vuelo a las certezas y las
certidumbres, y me preguntó ¿quiénes son estos hombres y
mujeres que tienen la capacidad extraordinaria de presentar propuesta que lo
solucionan casi todo? ¿De dónde sale tal sabiduría? ¿Qué acceso privilegiado a
la verdad (como diría Maturana), a la certeza, a la certidumbre tienen para
arrogarse la definición cierta del camino correcto que un país debe seguir? A mi juicio, el liderazgo de
"iluminar caminos" (que supone que el líder sabe con certeza el
camino a iluminar) hace tiempo que no es la regla, si es que alguna vez lo fue.
Es más bien la excepción. Dado ello, me cuestiono si llegó el momento de ir
cambiando los paradigmas del liderazgo político que nuestra sociedad requiere. Con
los mismos políticos de siempre, nos enfrentamos a problemas nuevos, a
contingencias y demandas nunca antes vistas por una sociedad que pide cada vez
más participación, que sea escuchada. Nos enfrentamos a fuerzas que rompen los
ejes políticos típicos y se convierten en grupos de poder respecto a intereses
particulares que no responden a ideologías ni dogmas preestablecidos. Los
ciudadanos de España, Egipto, Turquía, Brasil y Chile, entre otros países, se
están empoderando para hacer valer sus posiciones, sus opiniones, sus
necesidades y no existen, al menos en Chile, estructuras participativas institucionalizadas
que los acoja. De hecho, la sola creación de tales estructuras, a mi juicio,
les restaría poder a los partidos políticos, lo que convierte esta situación en
una paradoja para los políticos actuales. Darle más participación y poder a la gente,
es restarse el poder propio.
Vuelvo al eje de mi reflexión y me pregunto, ¿qué pasaría si existiera un líder que no diga que lo tiene todo claro, que no tiene la solución para todos nuestros males, pero que tiene una capacidad que puede superar con creces el tener las certezas y certidumbres de todos aquellos otros líderes que saben a ciencia cierta "EL" camino a seguir? ¿Qué pasarían con un líder que pueda convocar a la búsqueda de miradas globales consensuadas, a "directrices país", a intereses superiores a los muchos veces mezquinos intereses partidarios?
No suelten la lectura... aunque crean que estoy alucinando, ya que quiero dar un par de ejemplos de mi mirada que hoy ya es realidad. Hace unos días atrás vi una foto en que el Ministro de Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno, se reunió con políticos del más amplio espectro quienes le brindaron su apoyo a la gestión del gobierno en relación a los temas de diferendos existentes con nuestros vecinos del norte. Hay un intereses superior que se llama "Soberanía Nacional" en que todos se ponen de acuerdo, no teniendo necesariamente que ser así (yo, por ejemplo, priorizaría la buena vecindad y evaluaría alternativas para que se concretara). A esto le llaman "Política de Estado". Esta misma política es la que genera que el Banco Central y la Contraloría sean independientes en su actuar del gobierno de turno. Escuchaba hace poco que existe iniciativas para que ocurra lo mismo con Corfo y Sernac, y con el vilipendiado INE. Es decir, se puede. Definiendo un objetivo superior, que es el país y sus intereses permanentes, no coyunturales, se puede.
Para que ello ocurra, a mi juicio, necesitamos líderes con menos certezas y certidumbres en la táctico. Menos líderes que se ya sepan que es necesario subir o bajar un tanto por ciento de impuesto a empresas o personas, sino hemos tenido la conversación poderosa de qué priorizar con el uso de tal dinero. Menos líderes que tengan la solución correcta de cómo se financia la educación, sino hemos tenido la conversación poderosa de qué tipo de educación queremos para nuestros hijos, qué tipo de educación necesita nuestro país para los próximos 30 años. Menos líderes que estén a favor o en contra de un determinado proyecto hidroeléctrico, sino hemos tenido la conversación poderosa de cómo nos haremos cargo de nuestro crecimiento energético cuidando nuestro medio ambiente.
Necesitamos líderes cuya mayor certidumbre sea la capacidad de buscar colaborativa y participativamente consensos. Es decir, líderes que no sepan necesariamente el único camino correcto, sin embargo, que sean capaces de crear contextos emocionales y conversacionales que abran espacios para la creación conjunta de nuevos caminos. ¿Tendremos este tipo de liderazgo entre nuestros candidatos?
Un abrazo, Adolfo
Ps. En la misma línea de lo escrito, leyendo a Maturana en el libro del Sentido de lo Humano, extraigo de allí párrafos sobre el observador que él es del mundo de la política:
"En democracia, las distintas visiones políticas y espirituales deberían operar como distintas visiones que permitan darse cuenta de distintas clases de errores en la realización del proyecto común que es la realización democrática de un país; pero cuando las distintas visiones políticas y espirituales se constituyen en ideologías, pasan a ser un riesgo para la convivencia social. Siempre son espacios patológicos porque sus adeptos generan dominios de negación del otro cuando el otro no está de acuerdo con ellos, y no admiten la conversación. Así, los encuentros de personas con distintas ideologías se transforman en luchas eternas o se resuelven por la negación total de uno a otro. Los desacuerdos ideológicos nunca generan conversaciones, ni son oportunidades para decir algo nuevo, sólo son ocasiones en las que se busca obligar al otro a entregar su obediencia o su negación total."
"Si se comenten errores en democracia no es grave,
precisamente porque en ella se admite el error como posible, y porque se admite
que se pueda corregir. De hecho el error surge en la reflexión que señala que
el rumbo que se sigue no lleva al fin deseado, lo que permite cambiar la
dirección de acción. Los regímenes o sistemas democráticos pueden cometer
errores, las dictaduras "no cometen errores", y no los cometen precisamente
porque no tienen espacio de reflexión. En una dictadura los miembros de la
comunidad no pueden ni siquiera invitar a la reflexión. Cada vez que algo no
funciona el argumento es que "no hemos hecho bastante de lo mismo, por eso
aún no funciona".
"La Democracia es un espacio de convivencia en el
cual todo los asuntos de la comunidad son públicos, es decir, accesibles a la
mirada la reflexión, a los comentarios, a las proposiciones y decisiones de
acción de todos los miembros de la comunidad, de modo que nadie pueda
apropiarse de ellos. En democracia, los mecanismos de elecciones de autoridades
transitorias existen con el propósito de evitar la apropiación de los asuntos
de la comunidad y mantenerlos de hecho públicos. La democracia no es el
gobierno de las mayorías, ni surge así. La democracia es una forma de vida
política que crea espacios de conversaciones y participación para todos los
miembros de la comunidad que la adopta."
"La democracia no es cuestión de poder, sino de
colaboración en la realización de un proyecto nacional y eso exige educación,
educación cívica."